La plaza de los sueños

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LA PLAZA DE LOS SUEÑOS. Una visión personal de Aldo Comas.
Aldo Comas, artista contemporáneo de Cataluña, España, nacido en 1985, ha alcanzado un
reconocimiento significativo por sus cautivadoras pinturas, emergiendo como un destacado referente
del neo-expresionismo español.
Su pincelada segura explora las contradicciones de la vida integrando elementos del expresionismo
en su enfoque único y demostrando una habilidad innata para transmitir emociones complejas a
través de sus obras.
Aldo Comas invita a los espectadores a sumergirse en una experiencia visual y emocional,
desafiándolos a conectarse a un nivel profundo con su arte. Su capacidad para capturar la esencia de
la vida mediante trazos audaces y expresivos ha consolidado su posición como un talento notable en
el panorama artístico actual.
El estilo neoexpresionista de Comas profundiza en temas universales como las contradicciones de la
vida, la inocencia infantil y las complejidades del amor, invitando a los espectadores a conectar en
un nivel más profundo con sus obras.
«La Mantequilla – Prólogo de Domingo Zapata»
Aldo Comas pinta con la suavidad de la mantequilla de Mougins, la misma que Picasso solía untar en
sus croissants. Torea con sus capotes, los cuales, como afirmaba el propio pintor malagueño, abren
paso a los toros, seres que no son más que ángeles con cuernos. Con diversión, curiosidad y
espontaneidad, Aldo Comas pinta con la inocencia de un niño, pero también con la sabiduría
adquirida a lo largo de la vida.
Con años de experiencia, Aldo pinta fantasías con toques de agonía que se transforman en regalos.
Son momentos efímeros que logran perdurar en el tiempo. Este proceso, de manera paralela, refleja
la esencia del arte del toreo. Aldo lo hace con naturalidad y frescura, pero también con devoción y
duende. Trabaja con la arquitectura del arte, ya que no hay pasión sin una estructura sólida, y no
hay arquitectura si la pasión no surge de un sueño. De esta manera, donde antes no existía nada,
ahora encontramos un cuadro de Aldo Comas.
Esta exposición trata sobre la vida de un artista, un creador en todos los aspectos de su obra.
Algunos podrán opinar que es bueno, otros que es malo, pero sin duda es un artista y mi amigo.
Domingo Zapata.
«La tauromaquia es el último arte. La vida y la muerte. La gloria o la derrota. La democratización de
los sentidos. Lágrima y sonrisa, vida y muerte, romanticismo al cuadrado.»
Desde el blanco y negro hasta el color: así evolucionó mi percepción infantil del arte taurino,
fusionándose con la imaginería pop y madurando con el tiempo hacia una comprensión más

profunda y compleja, llena de admiración, devoción y respeto. En mi niñez, la tauromaquia era un
sueño extraño. Criado en la frontera entre España y Francia, los toros eran parte de mi estética a
través de souvenirs, decoraciones de restaurantes y cintas VHS en blanco y negro sobre historias de
toreros. Crecí entre una visión nostálgica del pasado y una revisión pop de la simbología taurina.
Aunque la plaza de Figueres ya no existía en mi infancia, la «Fiesta» en Ceret era un lugar obligado
para cualquier aficionado. En Castellón corríamos delante de los «Bous». En las montañas del
Perthus, nos colábamos en una vaquería con capote y muleta, imaginando ser toreros ante la mirada
atónita de mis compañeros de escuela. En casa decían que estaba loco, pero creo que absorbí la
imagen de los toros desde un punto de vista alejado de la realidad, arraigado a una cultura visual
que forma parte de la identidad de muchos.
La confusión, la contradicción, la vida, la muerte, el orden del caos y el libre albedrío se unen en una
danza majestuosa de sueños y guerras, de magia y sangre, de adrenalina y silencio…
Dalí dijo: «Tienes que crear confusión sistemáticamente, liberar la creatividad. Todo lo que es
contradictorio crea vida.»
Yo sentí esa contradicción. Experimenté el dolor de una espada mal clavada. Pero toda la plaza
también lo siente. El toro es un actor inconsciente de la alegoría más hermosa que existe. A cambio
de su inocencia, se le otorga la inmortalidad como especie, con la muerte y su ciclo, pero a la par, la
mejor vida posible. Aun siendo un jugador inocente en un tablero humano, en esa inocencia reside el
verdadero poder, reinando sobre todos los demás. El toro, aparentemente frágil, personifica la
verdad pura, mostrando un arraigo a valores incondicionalmente positivos. El toro es el verdadero
dios. El toro, en realidad, nunca muere. El torero muere en cada corrida y la plaza decide si va al
cielo o al infierno. La plaza es el limbo previo a la muerte, donde se miden todas las artes ante la
bestia, parte del creador, que como la vida misma, no siempre es justa. Las armas son románticas,
pero también injustas. Ofrecen vida y muerte; pueden destruir, pero de toda destrucción surge la
construcción. El toro muere para seguir vivo. El toro muere para que el torero viva. Simbólicamente,
el torero nace en cada corrida y al final, en su muerte simbólica, la plaza decide si va al cielo o al
olvido. El toro muere, pero en el mundo platónico, nunca morirá, pues esta es una historia de
héroes, mártires y creyentes, un baile que se alarga hasta la madrugada. Es la historia de un amor
posible e imposible. Los toros son un espejo de la humanidad y una batalla grecorromana. La plaza
es un resumen de la vida misma. La corrida es la metáfora, el símbolo, la alegoría de la vida misma.
Mi desconocimiento de las corridas, ya que no asistí a una hasta los 18 años, contrastaba con un
profundo conocimiento visual arraigado en mi ser. No sé por qué, pero cuando la danza entre el toro
y el torero se ejecuta a la perfección, no se necesita entender nada para comprenderlo todo.
Descubrí esto al empezar a asistir a las plazas. Entendí el sufrimiento de una mala tarde y
comprendí una nueva forma de espectáculo arcaico en el que se establece una comunicación circular,
en la que la plaza entera se funde en un lenguaje delirante y dantesco.
Entender sin comprender. Comprender la música de la danza metafísica que existe entre esta
conexión, arcaica, espiritual, romántica, de soles y sombras, entre la vida y la muerte, entre el bravo
y el torero.
Picasso dijo: «La tauromaquia es la última manifestación artística que queda en el mundo actual
donde la pureza y la tragedia unen al mismo tiempo su claridad y su hermetismo.»
No hay amor más puro que el que depende de ti. No hay romanticismo más elevado que la muerte
con espada. No hay justicia en el mundo que pueda ser, a la par, tan injusta. Controlamos el ciclo
existencial del toro, pero el toro es el que nutre el nuestro. La temporalidad, en la tauromaquia, está
difusa y perdida entre los parajes que existen entre la realidad, la historia y las leyendas. Nos
anclamos en el pasado más remoto de los tiempos romanos, medievales y de fantasía. Las visiones
más mágicas y trascendentes se mezclan con una fiesta de sonrisas y lágrimas en un templo
llamado La Plaza.
En esta exposición, intento plasmar una visión sencilla de la conexión directa entre el último arte, los
sueños, la fantasía y la pintura. Busco representar un entramado onírico visual de mi peculiar forma
de entender la tauromaquia. También quiero destacar la extrema sensibilidad que provoca este arte,
comprendiendo que en un mundo moderno, ciertas cosas pueden resultar difíciles de entender, pero
eso forma parte de esa grandiosa contradicción. La tauromaquia es la metáfora más grande de la
vida, traduciéndose en cientos de gestos sutiles, a veces imperceptibles.
Un punto medio entre mundos dispares: Por Sebastian Castella

La obra de Aldo Comas trasciende los límites de la expresión artística convencional al fusionar la
pasión y el color con la propia esencia de la vida. Como destacado artista catalán, su creación se
erige como un homenaje a la tauromaquia, capturando la esencia de este arte en cada trazo de
pincel. En su próxima exposición en el Museo Taurino de Córdoba, Comas nos invita a sumergirnos
en un mundo de emociones intensas y vibrantes, donde el toro y el torero se convierten en los
protagonistas indiscutibles de un espectáculo cargado de significado y simbolismo. A través de su
mirada única y su destreza técnica, Aldo Comas nos transporta a un universo donde la tauromaquia
no es simplemente un espectáculo, sino una experiencia sensorial y emocional que nos incita a
reflexionar sobre la propia naturaleza de la vida.
Sebastián Castella

Lugar:
Museo Taurino. Sala de Exposiciones Temporales.
Plaza de Maimónides, 3. 14004 Córdoba
Horario:
Martes a viernes: de 8:15 a 19:30 h.
Sábados: de 9:30 a 17:30 h.
Domingos: de 8:15 a 14:15 h.
Entrada gratuita para los residentes en Córdoba.
Venta de entradas en museosdecordoba.sacatuentrada.es o en la taquilla del museo.